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QHAPAQ NAN

Desde su inscripción plurinacional a la lista UNESCO del patrimonio mundial en 2014, la red vial andina y sus paisajes forman una vitrina panorámica de la diversidad cultural andina, tejiendo lazos entre cientos de pueblos, territorios e historias.

 

En el marco del coloquio, tres investigadores compartieron sus percepciones acerca de los valores patrimoniales de los caminos antiguos en los Andes. Relataron también sus experiencias acerca de los procesos de patrimonialización y puesta en uso social del Qhapaq ñan en Chile, Bolivia y Perú.

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Victoria Castro:

Valores y significados del Qhapaq ñan, camino principal andino

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Juan Villanueva:

Experiencias y reflexiones en torno al proceso de nominacion de Qhapaq ñan en Bolivia

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Rodrigo Ruiz:

La participación comunitaria para la democratización de la gestión del patrimonio cultural

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Valores y significados del Qhapaq ñan, camino principal andino

 

Victoria Castro

Universidad Alberto Hurtado

vcastro@uchile.cl

Castro

Existe en un vasto territorio, una multiplicidad de representaciones que, con diferentes matices y énfasis, seguimos reconociendo como “andinas”. Entre éstas y cruzando el tiempo, se instala el tema del Inka.

 

​Algunas de estas creencias tienen directa relación con el paisaje y los cerros: entre ellas, están los mitos del Reinka (Rey Inka), que vive en la cumbre de algunos cerros y tiene la capacidad de transformar el paisaje por donde transita. Produce hondonadas donde se depositan las andas que lo transportan, se enoja con algún cerro y lo descabeza con una honda, dejándolo caído, vive en las alturas riendo, cantando, bailando, tomando alcohol y mascando coca.

 

Se habla de la movilidad del Inka en estos territorios. Así, son frecuentes los relatos sobre caminos y cerros asociados a la persona del Inka, aduciendo que los lugares con su nombre lo tienen, porque “ha pasado por allí” (el Inka). Dentro de esta oralidad, se nombran lugares del paisaje consignados en las cartas geográficas y, al mismo tiempo, el poder de la palabra activa el mito, en relación a la capacidad del Inka de transformar los lugares por donde transita, describiendo las acciones ejercidas por y, en torno al Inka.

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Experiencias y reflexiones en torno al proceso de nominación de Qhapaq ñan en Bolivia

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Juan Villanueva

Museo de Etnografía y Folklore

juan.villanuevacriales@gmail.com 

Villanueva

El proceso de nominación de tramos bolivianos a la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, como parte de la nominación conjunta de Qhapaq Ñan desde los países andinos, fue arduo y complejo. Desde la perspectiva de quien estuvo al interior de este proceso entre los años 2009 y 2010, los problemas financieros y logísticos caracterizaron el proceso boliviano al punto que, a pesar de todos los importantes exponentes de caminería prehispánica del territorio boliviano, solo se nominaron dos caminos: Desaguadero-Viacha (parte de un esfuerzo binacional con Perú) y el camino de El Choro, ingreso hacia los yungas orientales.

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Sin embargo, sin duda uno de los mayores problemas de Qhapaq Ñan Bolivia (que se evidenció al suspenderse la nominación de El Choro) fue su desarticulación respecto de las comunidades locales y de sus valoraciones acerca de un paisaje que se experimenta al momento de transitar por un camino. Estos problemas surgen, a mi parecer, de una construcción top-down del patrimonio, en la que los bienes a ser nominados fueron primero construidos en el terreno académico, sin tomar en cuenta los pareceres de las comunidades locales. Por lo mismo, hasta la fecha la presencia de Desaguadero-Viacha en la lista de UNESCO ha tenido un impacto nulo en lo referente a una preservación coordinada y consensuada de los caminos prehispánicos.

 

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¿Qué criterios identifican el valor patrimonial de un camino?

 

La valoración de cualquier bien es un aspecto afectivo que liga a una persona o grupo de personas con el mismo. Desde un punto de vista arqueológico, es claro que un camino más valioso sería aquel que se pruebe cronológicamente adscrito a un momento o evento histórico que el arqueólogo considere valorable, por ejemplo un camino del Inka. Será más valioso en tanto más rasgos materiales del mismo delaten su pertenencia inequívoca a dicho momento, o en tanto más sitios arqueológicos que el investigador considere importantes sean unidos por el camino.

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​Desde el punto de vista de un conservador, que es el que se maneja a mi parecer en la nominación de Qhapaq Ñan – UNESCO, los criterios de autenticidad e integridad son importantes. Asimismo, UNESCO buscará nominar exclusivamente aquello que delatemos como de valor universal “excepcional” y definir esa excepcionalidad es desde luego una tarea compleja, sobre todo si pensamos en que la define. En el caso de Qhapaq Ñan, hemos sido mayormente conservadores, arqueólogos y antropólogos quienes la hemos definido.

 

​Desde el punto de vista de las personas que habitan el lugar y la vecindad del camino, las valoraciones pueden ser muchas. El camino puede estar en uso y por tanto se tendrá una mirada funcional, pero a la vez su recorrido puede incorporar memoria y vínculos relacionales con el paisaje, por ejemplo. Incluso las prácticas de mantenimiento y refacción del camino pueden portar elementos afectivos y valorativos. Una comunidad puede mirar el camino como un elemento de desarrollo a partir del turismo, y en ese caso su valoración será económica, no exenta de la posibilidad de tejer vínculos de ancestralidad y territorialidad respecto al mismo al interior de un proceso de patrimonialización.

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​Sin embargo, el camino también puede ser visto como un factor de atraso al impedir su cuidado el desarrollo de otra infraestructura que la comunidad ve como importante para su desarrollo. Esto no solo sucede a nivel comunal, sino también puede suceder a nivel municipal provincial, departamental o incluso nacional.

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La participación comunitaria para la democratización de la gestión del patrimonio cultural

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Rodrigo Ruiz

Programa Qhapaq ñan, Ministerio de Cultura del Perú

rruiz@cultura.gob.pe

Ruiz

Desde las primeras décadas del siglo pasado, el Estado peruano ha considerado constitucionalmente la salvaguarda del patrimonio cultural. Luego de ello, diferentes normativas, iniciativas gubernamentales y académicas se han preocupado por la protección e investigación del legado histórico prehispánico.

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En el ámbito internacional, la cuestión del patrimonio cultural ha tenido un interés creciente estas últimas décadas. Documentos -como las Normas de Quito de 1967 o la propia Convención para la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de 1972, y otras cartas, directrices y declaraciones de organismos internacionales- definieron los lineamientos de gestión del patrimonio cultural material. Pero, aunque el concepto de patrimonio se enriqueció y que las perspectivas de gestión se ampliaron hacia una visión más social, aun no existen normativas o procedimientos institucionalizados para la participación efectiva de las comunidades herederas para las cuales el patrimonio tiene un significado cultural o filiación territorial. Al contrario, no es poco común que los derechos de las comunidades o ciudadanos puedan ser vulnerados en nombre de la conservación y gestión institucionalizada del patrimonio cultural.

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El patrimonio cultural adquiere significado en cuanto es reconocido como tal en las dimensiones simbólicas o materiales fundamentales por la comunidad que lo acoge. En ese sentido, la participación comunitaria en la toma de decisiones sobre la gestión del patrimonio cultural es imprescindible, más aun en comunidades que han sufrido profundas fracturas sociales producto de la colonización y que aún desconocen gran parte de su proceso histórico.

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Desde la experiencia de trabajo del Área de Participación Comunitaria del Qhapaq Ñan-Sede Nacional del Ministerio de Cultura, se ha desarrollado una serie de experiencias participativas con diversas comunidades rurales a través de un amplio proceso de diálogo para el reconocimiento de intereses comunes y establecimiento de consensos en pos de una visión de gestión democrática del patrimonio cultural. Dicho proceso se ha desarrollado bajo los mecanismos y espacios de toma de decisión de las propias comunidades y ha tenido un impacto positivo en la preservación del patrimonio cultural prehispánico y en el empoderamiento comunitario.

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¿Son las acciones de sensibilización la herramienta principal para involucrar a las comunidades en la gestión del patrimonio cultural?

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Cuando se habla de “participación” en materia de gestión del patrimonio cultural histórico, es común que las políticas hegemónicas de gestión del patrimonio cultural centren sus esfuerzos en acciones de sensibilización o concientización para promover el cuidado y protección del patrimonio. Sin embargo, en base a mi experiencia de antropólogo, pude constatar que, a menudo, dichas incitativas parten de una premisa errónea y buscan un objetivo restringido que no considera plenamente el papel trascendental que debe cumplir el patrimonio en la sociedad, especialmente en las comunidades locales que albergan este patrimonio.

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En primer lugar, se advierte que la estrategia de “sensibilización para la protección del patrimonio” se basa generalmente en el supuesto de que la gente es inconsciente o insensible frente al patrimonio cultural. Luego, a partir de este a priori, se despliegan acciones informativas para que la gente desarrolle una sensibilidad por el patrimonio y tome conciencia de su vulnerabilidad. Al mismo tiempo, las acciones buscan generalmente trasmitir a las comunidades valores patrimoniales identificadas por el sector académico o institucional, las mismas que se considera que la población tiene que compartir. Sin embargo, desde mi experiencia y reflexión, pude observar que las comunidades o los individuos van a expresar diferentes sensibilidades según la circunstancia, posición y experiencia desde donde, y según como, se relacionan e interactúan con el patrimonio cultural prehispánico. Asimismo, se requiere evitar de prescindir, a priori, de las sensibilidades, perspectivas y expectativas que tienen, o no, las comunidades. Al contrario, es imprescindible que éstas sean consultadas e incorporadas dentro de los procesos de construcción participativa del patrimonio cultural.

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En segundo lugar, se recomienda que la participación comunitaria en la gestión del patrimonio cultural no debería limitarse al cuidado y protección de los sitios patrimoniales y al generar un entorno social favorable para el desarrollo del turismo. Es, en efecto, importante no cernir la participación ciudadana a una actividad exclusivamente funcional y restrictiva a la sensibilidad y necesidades unilaterales de los gestores institucionales, pero fomentar que dicha participación genere nuevas expectativas de patrimonialización situadas en contextos socialmente pertinentes.

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